lunes, 25 de febrero de 2013

domingo, 17 de febrero de 2013

La falacia y el currículum (II)

Un pedagogo hubo; 
se llamaba Herodes.
Tan aturullada estaba cuando salí con mi folleto informativo de la Octopus Office, que apenas le presté atención hasta que llegué a casa. El pequeño manual, de unas ocho páginas, estaba dividido en tres secciones claramente diferenciadas: una, de disposiciones burocráticas y contactos, situada al final, que mostraba de manera condensada fines, métodos, expectativas de logro, ejes transversales, fundamentos generales, ciclos y áreas; otra, más práctica, acerca de la utilidad del currículum y la falacia; y por último, aunque situado al inicio, un capítulo específico sobre la infancia que explicaba una nueva norma establecida a fin de impedir que los niños de los pobres supongan una carga para sus padres y a su vez conseguir que sean beneficiosos para la comunidad, cuya lectura me aclaró de forma inquietante la presencia de tanto niño en una institución para adultos.

La norma buscaba una solución a la imposibilidad de educar y sostener a tantos niños sin recursos que raramente, según los comerciantes, son mercancía vendible antes de los doce años; e incluso cuando llegan a esta edad su transacción no puede compensar el gasto en nutrición y harapos, que habrá sido al menos de cuatro veces su valor.

Especialmente sensibilizada con el tema hasta el punto que había realizado un estudio sobre la pobreza infantil en mi país, no encontré tan descabellada aquella norma. Tampoco Octopus era ajeno a iniciativas similares, como la ensayada en Fuentelisendo a propuesta del Dr. Jonathan Swift. Su ayuntamiento, que se remonta al siglo XVI, fue remodelado en 1729 según el diseño siguiente: la planta de arriba se utilizaría como escuela de niños, alcaldía, secretaría y cámara agraria; y la planta de abajo como escuela de niñas, cárcel y carnicería matadero. Posteriormente, debido al cambio demográfico implementado, su función pasó a ser de secretaría y salón de actos en la planta alta, mientras que en la planta baja se ubicaron un centro de la tercera edad y un pequeño almacén.

Con la misma intención, aunque con un alcance más limitado, en el texto se indicaba que, contabilizando tanto los niños criados en hogares poco capaces de mantenerlos como los que mendigan en las calles, hay unos doscientos mil niños pobres en Octopus, de los cuales al menos la mitad se podrían utilizar para dar de comer a las clases acomodadas.

También explicaba que un niño medianamente bien cuidado puede pesar doce kilos al final de su primer año, y que podría venderse por cinco veces más de lo que ha costado cuidarlo teniendo en cuenta que se alimenta únicamente de leche materna, lo que confiere al niño una carne deliciosa, nutritiva y saludable, ya sea estofada, asada, al horno o hervida. Además, la demanda de carne de venado bien podría ser satisfecha por los cuerpos de niños no mayores de catorce años ni menores de doce.

El informe contenía una enumeración de las ventajas que conllevará el proceso: evitar la molestia de un país lleno de mendigos, lo que a su vez favorecerá el turismo; disminuir la población católica, pues es la que más niños tiene; proporcionar nuevos platos para los ricos, con los que puedan demostrar su estatus; fomentar la alta costura, mediante el uso de la piel desollada de los niños para fabricar guantes y botas; mejorar la economía de las madres, que obtendrían más dinero con la venta de sus hijos como alimento que negociando por ellos con cualquier otro propósito, y además les permitiría conseguir mejores trabajos, al no tener que cuidarlos, así como la posibilidad de seguir criando; dar una mayor protección a las mujeres, a las que sus maridos dejarían de propinar palizas y las atenderían como hacen con sus yeguas, sus vacas o sus puercas; etc.

domingo, 10 de febrero de 2013

Xindansvinto, el mejor alcalde del mundo

Según los anales de la prestigiosa y libérrima “The City Mayors Foundation”, Su Alteza Municipal e Ilustrísimo Señor Jefe Supremo de Octopus Xindansvinto fue proclamado en vida el Mejor Alcalde del Mundo. Tanto ringorrango para su molicie no resulta sorprendente pues incluso la codiciada distinción de emperador marciano le fue reconocida a título póstumo. Como inolvidable padre putativo, Xindansvinto fue efectivamente el mejor alcalde del mundo.

Del mundo, del sistema solar, de la galaxia y, por ende, del universo. Y es que no sólo fue el mejor Jefe Supremo que haya tenido Octopus, también fue la mejor persona, el tipo más elegante, el más chirene, el más generoso, el más humilde, y hasta el más guapo. Y mejor paramos aquí, porque a Xindansvinto no le hubiera gustado nada ser adulado y no queremos ser tachados de tiralevitas.

Sabemos que para Xindansvinto fuimos como sus hijos e hijas y, de hecho, existe algún documento fonográfico donde se le oye gritar: «¡Los comparseros son todos unos hijos…!» (no nos consta el final de la frase pero seguro que es “míos”). La cosa es que sus súbditos, gracias a tener el padre alcalde y para que no se acatarraran por el mal tiempo, vieron acortado el desfile de comparsas previsto para el merecido homenaje a Xindansvinto; el cual, a cambio, les regaló una ocurrente escenificación amenizada por juglares reclutados para este fin (el consabido 'menester de juglaría'). Por otro lado, en el caso de que las cosas no hubieran discurrido como ordenó, Xindansvinto estaba dispuesto a mandar a unas dotaciones de la Guardia Imperial para calentarles y de esa manera evitar desagradables constipados. Tanto paternalismo nos abruma…

En el cuadro, un óleo sobre tabla pintado por el maestro Mikel Aingeru Buonarrotti, podemos observar a Xindansvinto en actitud laboriosa y humilde, con gesto preocupado ante la crisis que nos asola. Casi inadvertida pasa la Makila de Alcalde, que trata de ocultar tímidamente, al igual que la Cruz de Caballero de la Legión de Honor, apenas perceptible si no se es muy observador. Su rostro se oculta tras un antifaz carnavalesco, conjunción de su inexistente afán de protagonismo y su gran espíritu festivo y zaragatero.